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SER MUJER O PARECER UNA MUJER, ESA ES LA CUESTIÓN

Actualizado: 25 feb 2021


Es un hecho que el tamaño de los huesos, de los músculos, el nivel de oxígeno en sangre, el tamaño de los pulmones, el nivel de testosterona, son diferentes en los varones y en las mujeres, reportando a los primeros una superioridad física, en general. Esta, y la capacidad de gestar, son las únicas diferencias que hay entre un hombre y una mujer.


El dimorfismo sexual es importante en la naturaleza para poder discernir quién tiene la capacidad de gestar y quién no, para que los individuos de la especie se puedan perpetuar. No hay ninguna otra razón. La naturaleza no asigna valores morales, simplemente ejecuta lo que resulta más eficiente en términos de supervivencia.


Es el ser humano el que asigna valores morales a uno y otro sexo exagerando, artificialmente, mediante la cultura, las diferencias entre ambos, para justificar la supremacía de los varones. Con ese fin, se responsabiliza a las mujeres de garantizar esa línea divisoria física con respecto a los hombres, para que mientras los varones sean libres, ellas no lo sean.


A medida que las mujeres se han ido liberando del encierro físico y la domesticidad de antaño (en algunos países), para mantener el estatus quo de los varones, las sociedades se han visto conminadas a responder “vendiendo” a las mujeres un “empoderamiento” que, de forma sutil pero certera, supusiera un mayor encierro psicológico para éstas, a la vez que un gran lucro económico para ellos. Es lo que Naomi Wolf llama el “Mito de la Belleza”, que no se refiere al cumplimiento de rasgos físicos naturales, más o menos armónicos, sino a ese conjunto de rituales que borran la identidad y la historia de la propia mujer para convertirla en quien “debería” para ser aceptable. Dicho mito se materializa en un tipo de ropaje, velos, marcas, mutilaciones e incluso comportamientos determinados, que llamamos “feminidad”. Y sabemos que no es innato, sino aprendido, porque varía de unos lugares a otros.


La estrategia es infalible, ya que confiere un rango de respetabilidad a las mujeres que cumplen la norma, mientras aleja del escasísimo poder a las que no, creando además brechas entre las mujeres de ambos grupos, muy útiles para el patriarcado. Por tanto, el objetivo es político. Por un lado, unifica a todas las mujeres, anulando su propia historia y personalidad para ser un ideal de mujer y, por otro, las convierte en competidoras a través del ojo masculino, en función de lo que se acerquen o no a ese ideal. Y es tan sutil que son las propias mujeres las que creen sentir la necesidad de acudir a su propia cárcel, en forma de “libre elección”.


La sociedad está tan acostumbrada a ver a las mujeres detrás de esa máscara ritual de “feminidad” que, en demasiadas ocasiones, se confunde la forma con la esencia de la “mujeridad”, el parecer mujer con el ser mujer, muchas veces de forma interesada, puesto que económica y políticamente sale muy rentable.


No olvidemos que el mercado de la belleza es un negocio muy lucrativo, que incluye no solo cosmética y maquillaje, sino cirugía, revistas de belleza, peluquería y estética, vestimenta, calzado, complementos, etc, con lo que nos podemos hacer una idea de la energía, tiempo y dinero que la sociedad sustrae a las mujeres, con el fin de que no lo usen para invertirlo realmente en ellas mismas o en darse cuenta de su opresión y luchar contra ella.


España ocupa la quinta posición en Europa en consumo de estética y belleza, con un gasto per cápita de 170 €/año, 30 € más que la media europea. En 2019, el sector cosmético ganó 8.200 MM de euros, con un crecimiento del 2,6%, situándose la exportación por encima de sectores como el vino o el aceite de oliva, según STANPA (Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética).


Por su parte, las revistas femeninas semanales que encabezaron la clasificación de ventas en España de 2020, fueron Pronto, Hola y Lecturas, todas orientadas a rituales de belleza y modo de vida ejemplarizantes para las mujeres. Como dice Naomi Wolf, en una sociedad donde existen falta de referentes de mujeres, éstas solo encuentran espacios masivos de identificación con sus pares en este tipo de revistas que, a su vez, ejercen una peligrosa labor de control social sobre ellas, creando un odio visceral hacia su cuerpo, más cuanto más se alejan del ideal .


Si a todo lo anterior le añadimos el negocio de vender una identidad a la carta para cualquier hombre que se identifique como mujer, el negocio es redondo puesto que al 52% de mujeres, se añade una cuota masculina consumidora de este tipo de productos y servicios, a los que se suma el negocio de la cirugía específica de modificación de apariencia física sexual y hormonación. Nos podemos imaginar el valor del negocio de dicho mercado y nos quedaríamos muy cortas.


En un mundo donde las mujeres son mayoría, llama la atención que la sociedad esté creada con el hombre en el centro, siendo las mujeres las que parecen “salirse de la norma”, en medicina, en el mercado laboral, en los espacios de poder…y llama aún más la atención que cada vez más empresas e instituciones consideren que tener en cuenta a las mujeres sea considerado como parte de la “diversidad”, igualando la lucha por la igualdad con las específicas de grupos minoritarios.


Y es que hay un objetivo económico detrás, así como de control social. Por eso, la mayoría de las mujeres no se rebela, sino que sigue inmersa en intentar adaptarse a un mundo que no es para ella, desgastándose vanamente en lugar de mirar en la dirección correcta.

Es lógico, en este contexto, que muchas mujeres que no se sientan identificadas con el ideal de la feminidad, no encuentren su espacio. Lo raro sería lo contrario. Y, en ese caso, solo hay dos caminos:


- El del odio a su cuerpo por considerar, erróneamente, que su destino como mujer está marcado por él y no por la cultura (lo que conduce a trastornos muy severos de disforia de género, o bien trastornos alimentarios e, incluso, depresión)


- El de la liberación respecto a las normas morales impuestas por los hombres, es decir, el feminismo, que lucha por acabar con los ritos opresivos.


La elección es personal, pero también es colectiva, porque es muy difícil luchar por separado. Necesitamos sustituir a las revistas femeninas y los rituales de belleza como forma de encuentro con nuestras pares mujeres, por colectivos feministas que nos ayuden a encontrarnos con nosotras mismas y nos refuercen en nuestra propia realización personal como seres humanos completos que somos.


El feminismo es el único movimiento capaz de romper el sistema desde su base, en busca de un mundo más justo para todos y, sobre todo, para TODAS.



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