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LOS PACIENTES CON DISFORIA DE GÉNERO SE MERECEN ALGO MÁS QUE UNOS MÉDICOS POLITIZADOS

Actualizado: 9 sept 2021

CUANDO EL ESTADO VIENE A POR TUS HIJOS



Traducción del artículo escrito por Abigail Shrier el 23 de Junio, 2020 : When the State Comes for Your Kids | City Journal (city-journal.org)


Nueve estados (de USA) están considerando la prohibición de ofrecer tratamientos hormonales a menores que sufren “disforia de género”, el sentimiento de incomodidad con el propio sexo biológico. El trastorno es real, aunque minoritario: históricamente, afecta apenas al 0,01% de la población—mayoritariamente hombres—y se presenta en la primera infancia.


Sin embargo, la medicina para las personas transgénero se ha politizado tanto que los doctores ahora se apresuran a dar solución a las demandas de los pacientes, incluso con tratamientos no testados en niños. Los legisladores republicanos están, ahora, luchando por echar el freno.


Lo que otrora se usó para la castración química de abusadores sexuales, los “bloqueadores puberales” como Lupron han sido aprobados por la Administración de Alimentación y Medicamentos (FDA) como tratamiento para la pubertad precoz. Si una niña de 4 años comienza a desarrollar el pecho, su doctor le puede prescribir el medicamento para cerrar la parte hiperactiva de su glándula pituitaria. Pero la FDA nunca ha aprobado el uso de bloqueadores hormonales para alterar la pubertad normal. Sin embargo, Lupron se ha convertido en un tratamiento médico de primera instancia para niños en sus primeros estados de la pubertad en cuanto afirman sufrir disforia de género.

Los defensores de los bloqueadores de pubertad a menudo ofrecen argumentos que se parecen a los recitados por Jack Turban, un psiquiatra de Harvard, especialista en sexualidad adolescente, en un artículo de opinión del New York Times. Turban afirma que los bloqueadores son perfectamente “seguros”; que reducen el comportamiento suicida y son, por tanto, un salvavidas; y que existe un “amplio consenso” entre los médicos sobre la naturaleza saludable de estas intervenciones. Nada de esto es cierto—y la apariencia de consenso es creada solo mediante la supresión del disentimiento.


De hecho, estos tratamientos conllevan una delirante variedad de peligros: interferencia con el desarrollo cerebral, inhibición del desarrollo de la densidad ósea normal, mayor riesgo de osteoporosis; pérdida permanente de la función sexual. Puesto que no existen estudios a largo plazo sobre niños que tomaron bloqueadores puberales para detener su pubertad sana, nadie sabe cuál es la magnitud de estos riesgos. Todo lo que se sabe con seguridad es que los adolescentes que dan el paso a tomar bloqueadores de hormonas cruzadas—el siguiente paso en la “transición” médica—serán permanentemente infértiles y jamás podrán desarrollar la capacidad de sentir un orgasmo.


Los activistas, incluso algunos médicos, normalmente definen los bloqueadores como meros “botones de pausa” de la pubertad. En realidad, cuando se administran bloqueadores de pubertad para detener la pubertad normal y sana, nadie tiene ni idea de los efectos a largo plazo que podrán surgir. Lo que sí se sabe es que la toma de bloqueadores parece garantizar la “graduación” que conduce a la hormonación del sexo opuesto. En tests clínicos de 70 niños identificados como transgénero con bloqueadores puberales, todos procedieron al tratamiento de hormonación cruzada.


Al contrario de los que claman los defensores, la identificación como sexo opuesto y la detención de la pubertad sana son intervenciones psicológicamente radicales. No es algo menor enviar a una niña al instituto con un desarrollo sexual de 11 años, como muchos psicólogos me han dicho en las entrevistas. A diferencia de sus pares, esa niña no tendrá senos, ni caderas; tampoco tendrá el período y, posiblemente, nunca tenga la curiosidad sexual normal de un adolescente. En ese punto, podría ser más fácil para ella explorar la hormonación cruzada que admitir el error y luchar por reunirse con sus pares.


“Lo que estamos haciendo ahora es un experimento masivo médico sin control sobre niños sin el consentimiento informado adecuado y sin el respaldo de ningún tipo de junta de revisión institucional”, afirma la pediatra Julia Mason de la Sociedad de Medicina de Género Basada en la Evidencia, un consorcio internacional recientemente formado por clínicos que se oponen al enfoque prevalente de la medicina transgénero.


Los defensores de los bloqueadores puberales para menores con disforia de género afirman, como hizo Turban, que los bloqueadores de pubertad reducen el riesgo de suicidio de los identificados transgénero. Pero sus propios datos muestran que esa afirmación es exagerada. De los 89 sujetos que habían tomado los bloqueadores siendo adolescentes, el 50% había experimentado deseos de suicidio en ese mismo año.


“Eso no es muy bueno” apunta el psicólogo de niños y adolescentes Kenneth Zucker. “Es un poco menos del 64% que decía que quería bloqueadores y no los tuvo. Pero bueno, es todavía mucha ideación suicida”.

Peor aún, de acuerdo con los datos de Turban, los pacientes que habían tomado bloqueadores de pubertad, reportaron más “ideas suicidas, incluyendo plan e intento de suicidioque aquellos que no los habían tomado—es decir, tenían un sufrimiento ligeramente más agudo.


Puesto que el resultado a largo plazo de estos bloqueadores para niños con disforia de género es tan incierto, y puesto que los bloqueadores no parecen reducir el riesgo de suicidio, y puesto que aseguran prácticamente lo que el menor derivará hacia hormonas cruzadas, no existe, de hecho ningún consenso genuino médico sobre cuándo usarlos y si hay que usarlos o no. Como los críticos clínicos de este tratamiento a menudo me dicen, los niños con disforia de género que no reciben hormonas o “transitan socialmente” a una identidad de sexo opuesta superarán la disforia por sí mismos de forma natural.


¿Por qué, entonces, no estamos escuchando los riesgos de la medicina transgénero? De acuerdo con la endocrinóloga Will Malone y otros doctores con los que he hablado, las organizaciones médicas profesionales no están interesadas en explorarlas. Mason asistió a la reciente conferencia anual de la Academia Americana de Pediatría, donde los beneficios de los tratamientos hormonales transgénero fueron promocionados—los riesgos, decía, ni fueron explorados ni reconocidos. En cuanto a las revistas médicas, “todo lo que puedo decir es que estamos enviando cartas a los editores que no se están publicando”, afirma la Dra. Malone.


En este área de la medicina, el debate ha sido suplantado por el auto bombo: casi cualquier organización profesional médica ha adoptado el “cuidado afirmativo”, según el cuál los médicos están obligados a aceptar el auto diagnóstico de los pacientes en lo relacionado con la disforia de género (La Asociación Médica Americana, La Academia Americana de Pediatría, la Sociedad Endocrina de Pediatría y la Asociación Americana de Psicología han adoptados, todos, este estándar). Hasta aquí la opinión de los expertos o el diagnóstico diferencial.


Tras el fracaso para conseguir el compromiso de un debate científico que asegure que estas medicinas son seguras, los médicos que prescriben estos tratamientos eluden toda responsabilidad. Se pide a los padres que den un “consentimiento informado” para sacrificar la fertilidad y la futura función sexual de sus pequeños—y a los niños, de una forma irritante, se les pide que “asientan”. Como si una niña de 9 o 10 años pudiera tener la capacidad de calibrar esta pérdida.


Aunque el sistema médico complazca a estos pacientes igual que los administradores universitarios apaciguan a un grupo víctima de la identidad, la disforia de género es un trastorno psicológico real—realmente insoportable—con una historia diagnóstica de hace más de un siglo. Aunque la mayoría de los niños la superan, algunos no lo hacen.


El protocolo médico actual, pasa directamente a la afirmación y medicación, nunca hace un verdadero esfuerzo por dar salida a la mayoría que normalmente lo superaría de forma natural, sino que trata a todos como a la pequeña minoría que nunca lo hará. Antes de que la determinación médica se pueda realizar, les envuelve a todos en la ahora identidad popular social- “transgénero”.


Quizá un sistema médico que se niegue a asumir los riesgos y beneficios de estos protocolos y que investigue rigurosamente merece tener sus manos atadas por nuevas leyes. Si no vas a actuar como un científico, entonces, no deberías ser tratado como tal. Pero los pacientes con disforia de género, ricos en “afirmación”, merecen mucho más.


Abigail Shrier (@AbigailShrier) es una escritora que vive en Los Angeles y es autora de “Un daño irreversible: la locura transgénero que seduce a nuestras hijas” que será pronto publicado en español.

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